Después de 37 años al mando de Vogue US, Anna Wintour deja su puesto como editora en jefe de la revista. La noticia, que causó un gran impacto en el mundo de la moda, representa un punto de inflexión simbólico - muy esperado y quizás incluso temido. Pero esto no es una despedida total: Wintour sigue siendo la Directora Editorial Global de Vogue y Directora de Contenidos en Condé Nast. En otras palabras, cede el control diario, pero sigue moldeando la ideología de la revista desde lo más alto.
Una influencia sin igual
Wintour tomó las riendas de Vogue US en 1988, y desde entonces su presencia fue casi absoluta. Transformó una revista de moda en una institución cultural - donde cada portada no era solo una foto, sino una declaración, un mensaje, un gesto político o estético. Logró que la moda importara.
Su gusto personal se convirtió en ley editorial - tanto que Vogue fue criticada con frecuencia por ser demasiado “Wintour-centrista”. Sin embargo, fue justamente esta estabilidad y visión singular lo que permitió que la revista mantuviera su poder en un mundo mediático que rápidamente perdía identidad.
Una revolucionaria conservadora
A pesar de su reputación como innovadora, Wintour fue, en muchos sentidos, profundamente conservadora. Su Vogue tardó en abrirse a nuevas voces - tanto en los temas como en la representación. Sus decisiones sobre quién aparecía en portada o quién era etiquetado como “promesa” no solo fueron elecciones editoriales - fueron afirmaciones de control sobre la narrativa de la industria.
Muchos argumentan que Wintour hizo que la moda sea tan exclusiva como es - con su culto al estilo “correcto”, sus estándares de belleza intransigentes y las jerarquías invisibles detrás de escena que ella ayudó a construir y mantener.
Un poder que no se quita con las gafas de sol
Sus icónicas gafas oscuras se convirtieron en un símbolo - al igual que su carisma frío. Wintour no solo editó una revista. Curó carreras, dictó tendencias de temporada y moldeó la imagen pública de generaciones enteras. Su poder trascendía las reuniones editoriales. Políticos, actores, marcas e incluso organizaciones benéficas - todos acudían a ella en busca de aprobación, visibilidad y legitimidad.
Nada aparecía en Vogue por casualidad. Todo pasaba por su mirada - y junto a ella, a través de un filtro de tiempo, gusto y la jerarquía que ella misma diseñó.